lunes, 8 de febrero de 2010

"Fenoval: Comer Cuento" Columna en El Tiempo por John Sudarsky

Uno de los conceptos descubiertos en las mediciones del Capital Social en Colombia (1997, 2005) es el de Fenoval: Fe en Fuentes de Información No Validada. Implica que una persona confía irrestrictamente en que cierta fuente de información, por ejemplo los medios de comunicaciones, el Estado o los partidos, proveen una información suficiente y veraz.
Adicionalmente de la Fe, las personas altas en Fenoval están aisladas socialmente, no tienen cómo asegurarse de que tal información es veraz. Esta validación social normalmente se haría con una organización voluntaria u otros grupos de referencia: amigos, compañeros de trabajo o participando en política. Las personas altas en Fenoval recurren más a los medios de comunicación y creen más lo que estos y otras fuentes afirman: por no tener con quién validar si la información es cierta, esta gente "come más cuento".
El efecto del bachillerato completo en disminuir Fenoval, hoy ha desaparecido. El bachillerato era el umbral necesario para la movilización cognoscitiva, para que la persona tuviera mapas mentales que le permitan juzgar la calidad de la información que recibe y mantener la actitud crítica para no comer cuento.
El resultado de la medición en el 2005, inmediatamente antes de la primera reelección de Uribe, arrojó un resultado muy negativo: Fenoval aumentó un 133 por ciento y el efecto de la educación secundaria desapareció. Nuevos fenómenos en la sociedad elevan Fenoval y la educación no le hace mella. Igualmente, se encontró que el ciudadano responsable de lo público, el gran antídoto para el clientelismo, termina asociado con Fenoval. Dicen que se responsabilizan del funcionamiento de sus barrios, escuelas, ciudades y del Estado cuando en realidad lo hacen cada vez menos. Se quedan en sus casas y participan menos en lo público. Y comen más cuento. Lo que sí no es mito es el incremento del clientelismo. Aunque se reconoce que los problemas colectivos no los puede resolver individualmente, buscan 'palancas' como salida de sus necesidades, y así justifican razones clientelistas para votar.
Fenoval tiene que ver directamente con fenómenos como el 'Efecto Teflón' que se le atribuye al presidente Uribe: no importan los escándalos que estallen a su alrededor, la favorabilidad que le dan los colombianos parece imperturbable. Asimismo, tiene que ver con el "Estado de Opinión", fácilmente manipulable.
Resulta interesante ver dónde Fenoval cayó durante el periodo. Bogotá tenía Fenoval bajo antes de 1997 y así continuó. Medellín y Cali tuvieron caídas fuertes antes del 2005. En estas ciudades (en Barranquilla, antes del alcalde Char, el aumento de Fenoval fue el triple del nacional) un aspecto central es la vida administrativa y política de las localidades o comunas, ámbitos entre la ciudad y el barrio, que saca a los habitantes de estos a territorios más amplios. Sergio Fajardo impulsó en Medellín los presupuestos participativos locales y sus habitantes aumentaron su capacidad de llamar a cuentas (la famosa Acontabilidad), e identificar sus representantes para hacerlo. No sucedió esto en Cali. Pero, por lo menos, en comparación con Barranquilla, allí los ciudadanos aún guardan algo del concepto de que los políticos deben rendir cuentas.
Quedan muchas preguntas: ¿Qué efectos tuvieron los consejos comunales? ¿Cuál debe ser la agenda después de Uribe? ¿Qué papel juegan la sociedad civil y la participación política? ¿Cómo crear los espacios políticos y de participación deliberativa para que los ciudadanos se bajen del Fenoval y se responsabilicen de lo público?
Habiendo una superposición programática evidente entre Sergio Fajardo con la del Partido Verde, resulta amargo que Fajardo se encajonara en su candidatura presidencial como única opción y los intentos de generar reglas claras que permitieran a estas dos fuerzas unificarse en una candidatura terminaran siempre con exigencias de una mecánica adhesión. Es una tristeza para el país.
* Candidato al Senado por el Partido Verde

Publicado en El Tiempo, Febrero 8 2009. Original aquí

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